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sábado, 25 de octubre de 2025

La megaobra de la calle 13 beneficiara a 1,6 millones de habitantes

                    

La Nueva Calle 13 se presentó esta semana como el megaproyecto vial más ambicioso del suroccidente de Bogotá: un corredor de más de 11 kilómetros que promete reconvertir la entrada y salida de la ciudad con carriles exclusivos para TransMilenio, ocho carriles mixtos, 13 estaciones sencillas y una estación cabecera, además de 22 km de ciclorruta y amplios espacios públicos y zonas verdes.

En el acto de lanzamiento el Alcalde  de Bogota, Carlos Fernando Galán aseguró que: “ esta es la obra que Bogotá lleva esperando varias décadas”, la cual beneficiará a un número masivo de usuarios y transformará la relación de la ciudad con su entorno; en sus intervenciones oficiales el Distrito ha calculado impactos directos en la movilidad de más de 1,6 millones de habitantes al completar los tramos anunciados y abrir la licitación de los lotes centrales.

 

El Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) aportó cifras para medir la ambición técnica del proyecto. Diego Sánchez Fonseca, director del IDU, explicó que hoy hay recorridos que duran hasta dos horas en el corredor y que, con la intervención, los viajes en transporte público podrían reducirse a cerca de 25 minutos, mientras que los privados pasarían a un rango estimado de 40 a 45 minutos. Esa promesa de tiempos menores es, según la entidad, uno de los justificantes técnicos para la intervención.

 

La ejecución no ha estado exenta de operaciones de alto impacto: las primeras demoliciones controladas —incluida la implosión de puentes en la intersección con la avenida de Las Américas— marcaron el inicio físico de las obras y pusieron en evidencia la complejidad de la ingeniería requerida. El procedimiento fue explicado por los técnicos a cargo y el gerente técnico de la firma de implosiones señaló que la maniobra requirió una planificación minuciosa y coordinación interinstitucional por tratarse de “una actividad de alto impacto” que debía proteger bienes y garantizar la seguridad ciudadana.

 

Desde el punto de vista financiero y contractual, el Distrito abrió recientemente los procesos licitatorios para varios tramos y ha estimado una inversión cercana a $2,4 billones de pesos (aproximadamente US$620 millones para los lotes anunciados), una cifra que sitúa a La Nueva 13 entre los proyectos viales más relevantes en la agenda de infraestructura de la ciudad y la región. Especialistas en contratación pública y obra pública advierten que la magnitud del contrato exigirá rigurosos mecanismos de supervisión y gestión de riesgos para evitar demoras y sobrecostos.

 

Los expertos en movilidad consultados por la prensa destacan que, aunque la infraestructura puede aliviar flujos y mejorar tiempos de viaje, el éxito del corredor dependerá de decisiones complementarias: gestión del transporte público, regulación del flujo de carga, medidas para evitar traslado de congestión a calles colaterales y el fortalecimiento de la intermodalidad (peatonal, bici y transporte masivo). En otras palabras: la obra física es necesaria, pero no será suficiente si no se acompaña de un paquete integral de operación urbana y políticas públicas.

 

La Nueva Calle 13 llega, además, con promesas de revitalización urbana: alrededor de 510.000 m² de espacio público, 200.000 m² en zonas verdes y más de 20 puentes peatonales proyectados. Sin embargo, comunidades locales y comerciantes han expresado inquietudes sobre cierres temporales, cambios de patrones comerciales y la necesidad de planes de mitigación social y económica durante la obra —aspectos que, según fuentes del Distrito, serán atendidos mediante planes de manejo del tráfico y mesas de diálogo con las localidades afectadas.


En definitiva, la Nueva Calle 13 se presenta como una apuesta técnica y política para recomponer la conexión del occidente de Bogotá con su periferia —con beneficios potenciales en tiempo de viaje, seguridad vial y espacio público—, pero su evaluación final dependerá de cómo se gestionen la contratación, la mitigación social y la operación del sistema una vez entrado en funcionamiento. Las próximas etapas de licitación y construcción serán el verdadero termómetro para saber si la promesa de “transformación” se convierte en realidad tangible para las miles de personas que usan a diario ese corredor.